Hace mucho tiempo que no le veía, pero hoy finalmente tuve el valor de tocar su puerta.
Cuando abrió, me vio extrañada, yo estaba sudando y tenía una sonrisa incómoda en mi rostro.
Llevaba unos pantalones cortos y una franelilla rosa sin brassier, como acabando de despertar.
Ella era perfecta, la chica más guapa que había visto en años.
Piel tersa, con marcas de bikini, una mirada que podría atrapar a cualquiera que le mirara durante un segundo. Con sus labios lograba sonrisa deslumbrante, llevaba normalmente el cabello despeinado, que por alguna razón me encantaba tal cual.
Ella no me conocía, y yo solo la había visto un par de veces en la playa y el parque, paseando a su perro, yo vivía a unas casas de ella.
Ensaye mil veces la forma de presentarmele, pero se me hacía imposible, temblaba de solo imaginar el momento.
Pero ese día me arme de valentía y lo hice.
Cuando me pregunto que deseaba, no supe que decir, hice balbuceo de palabras sin contenido, las manos me sudaban, mis ojos se ponían borrosos y cuando menos lo esperaba, mi corazón latió con tanta fuerza que sentí que me daba un infarto.
Me vi caer, pero no sentí el golpe, yo seguía de pie y mi cuerpo estaba en el piso, ella estaba horrorizada, no sabía que hacía, se agacho y me movía con fuerza, mi cuerpo tenía una mirada perdida. Me dio golpes en la cara esperando que volviera en sí, con sus manos hundió mi pecho tratando de que me recobrara, sus labios tocaron los míos dándome respiración boca a boca. Era toda una lástima el no poder sentir aquello. Ella comenzó a llorar, sacó su teléfono móvil y llamó a emergencias.
Siempre fui inoportuno, pero no pensé que moriría en la puerta de mi amor platónico.
¿Morí de amor? Que poético suena eso, pero no sabría decir si fue así.
Llego emergencias y se llevaron mi cuerpo en intentaron consolarla. Me fui caminando a la playa más cercana, me senté en una roca a ver el mar, sopló un viento fortísimo, con olor a sal, y con él me desvanecí.
Lo gracioso de esto es que al final, sí tuve el valor de tocar su puerta, pero nunca supe que decir por más veces que lo hubiera ensayado.